Por Tammy Uhl
En julio de 2011, en mi primera mamografÃa rutinaria a la edad de 40 años, mi equipo sanitario me dijo que habÃa una calcificación que querÃan vigilar y me pidió que me hiciera una mamografÃa cada seis meses. Descubrà un bulto en el pecho en junio de 2013, pero tenÃa programada una mamografÃa semestral en julio, asà que sabÃa que me lo mirarÃan entonces. En la cita de julio me dijeron que todo estaba bien y que, a partir de entonces, podÃa hacerme mamografÃas una vez al año.
En un reconocimiento médico rutinario, seis meses después, pregunté a mi médico de cabecera por el bulto, que ahora era visible en mi piel. Volvió a ver las imágenes de la mamografÃa y me dijo que no habÃa nada anormal, asà que lo más probable era que se tratara de un quiste benigno, que me podÃan drenar si querÃa.
Decidà concertar una cita con el cirujano para que me lo hiciera y no me molestara más. Cuando el cirujano insertó la aguja para drenarlo, dijo que no habÃa lÃquido que drenar. Estaba muy seguro de que se trataba de un fibroadenoma, pero querÃa hacer una biopsia para estar seguro.
Cuando nos reunimos en el hospital la semana siguiente, el ambiente era distendido, ya que nos dijeron que no habÃa de qué preocuparse, y el cirujano incluso dijo que se asegurarÃa de que la cicatriz de la biopsia se hiciera de forma que fuera difÃcil de ver una vez curada. HabÃa dispuesto que un patólogo estuviera en el quirófano para que no tuviéramos que esperar los resultados, y me anestesiaron durante una breve siesta.
Cuando me desperté de la biopsia, el anestesista estaba sentado junto a mi cama cogiéndome la mano, lo cual sabÃa que no era en absoluto normal. Miré por la puerta corredera de cristal de la habitación y vi al cirujano hablando con mi marido. En cuanto vi la cara de mi marido, supe inmediatamente que no eran buenas noticias.
El 18 de febrero de 2014, a la edad de 42 años, era una esposa de 17 años, madre de tres niños pequeños y Me diagnosticaron cáncer de mama: Estadio IIB IDC ER+, PR-, HER2-. Yo era una corredora ávida, vigilaba lo que comÃa, casi nunca bebÃa, nunca fumaba y no tenÃa antecedentes familiares de cáncer de mama. Sin embargo, en los dÃas siguientes me enteré de que tendrÃa que someterme a una mastectomÃa, quimioterapia y radioterapia.
Me hicieron una mastectomÃa unilateral el 13 de marzo de 2014. El 17 de abril, tuve el primero de cuatro ciclos de Taxotere y Cytoxan. El 29 de julio, comencé cinco semanas de radiación. Cuando finalmente salà de la oficina del oncólogo de radiación el 4 de septiembre de 2014, estaba segura de que lo peor ya habÃa pasado.
Todos mis médicos me aseguraron que algún dÃa recordarÃa toda la experiencia como un pequeño bache en el camino. I seguà yendo al gimnasiodesafiándome a mà misma para mantenerme fÃsicamente fuerte. Seguà entrenándome para otra carrera, ya que correr era una gran medicina para mi salud mental.. En junio de 2015, 15 meses después de mi diagnóstico, corrà otra media maratón para celebrar el final del tratamiento. Una vez finalizado el tratamiento activo, me pusieron en terapia hormonal con tamoxifeno y continué con las visitas trimestrales a mi oncólogo.
Entonces, en junio de 2017, experimenté un fuerte dolor de espalda. Mi médico no estaba en la consulta cuando llamé, pero un asistente me hizo un TAC. Me llamó al dÃa siguiente para decirme TenÃa una lesión en la vértebra L3 sospechosa de enfermedad metastásica. Me hicieron una resonancia magnética varios dÃas después y el radiólogo consideró que en realidad se trataba de un hemangioma vertebral, que es una lesión vascular benigna. No sabÃa qué preguntas hacer, en concreto si debÃa pedir una biopsia para estar segura.Y me fui con una remisión a fisioterapia convencida de que todo iba bien.
En mayo de 2018 comencé a perder peso, y durante los siguientes dos meses perdà más de 30 libras. Mi oncólogo pensó que estaba luchando emocionalmente con superar mi diagnóstico de cáncer y que deberÃa hablar con alguien para obtener apoyo de salud mental. SabÃa que ese no era el problema, pero pedà una cita con la psiquiatra de oncologÃa y me dijo que realmente no habÃa nada que pudiera ofrecerme, ya que parecÃa estar haciéndolo muy bien.
Un avance rápido hasta el inicio de COVID en marzo de 2020. Ya no podÃa ir al gimnasio, asà que hacÃa entrenamientos en casa con mi hija menor, que juega baloncesto universitario. También corrÃa bastante al aire libre. Empecé a tener dolor de rodilla, que ya habÃa experimentado en mis entrenamientos de maratón anteriores, y también supuse que se debÃa a que intentaba seguir el ritmo de los entrenamientos de mi hija de 18 años.
En mayo de 2020, mi marido aceptó un nuevo trabajo. Nuestra familia se mudó a una ciudad 130 millas al norte, y necesitaba establecer una nueva atención médica. Le comenté a mi nuevo médico de cabecera que me dolÃa bastante la rodilla y volvà a ir a fisioterapia.
Después de tres meses sin mejorÃa, mi fisioterapeuta me derivó a un médico especialista en medicina deportiva que estaba seguro de que tenÃa un menisco roto y me pidió una resonancia magnética para confirmarlo. Los resultados llegaron a MyChart el viernes por la tarde del fin de semana del DÃa del Trabajo, indicando una patrón apolillado en mi fémur. El Dr. Google me dijo que esto era algo muy malo. Como era fin de semana festivo, tuve que esperar hasta el martes por la mañana para hablar con alguien de la clÃnica.
Al dÃa siguiente me reunà con un nuevo oncólogo médico. Me preguntó si entendÃa a qué me enfrentaba. Obviamente, habÃa investigado bastante sobre el cáncer de mama metastásico (CMM) desde que leà el informe de la resonancia magnética, y me reiteró que estadÃsticamente podÃa esperar vivir unos tres años. Lo que sé ahora es que deberÃa haber salido corriendo de su consulta tan rápido como me lo hubiera permitido mi pierna coja. En lugar de eso, me puso en una silla de ruedas hasta que pudiera reunirme con oncologÃa ortopédica la semana siguiente, ya que dijo que habÃa un riesgo significativo de fractura del fémur.
Mi traumatólogo oncólogo fue un soplo de aire fresco. Básicamente me dio dos opciones. Opción uno: no hacer nada y quedarme en una silla de ruedas el resto de mi vida. Opción dos: permitirle que me pusiera una barra de titanio en el fémur. Le dije que, evidentemente, me decantarÃa por la segunda opción, y me dijo que confiaba en que esa serÃa mi elección, y que ya habÃa reservado el quirófano para dos dÃas más tarde. Me aseguró que podrÃa llevar una vida larga y activa con CMM, y que harÃa todo lo posible para que asà fuera.
En las semanas siguientes, mi escáner PET mostró que el cáncer también me habÃa fracturado la vértebra L3, donde se encontraba el llamado hemangioma benigno. Me sometieron a una cifoplastia, que consiste en inyectar cemento en la vértebra para estabilizarla. También habÃa una zona preocupante en la cadera derecha. Llevaba bastante tiempo con dolor en esa zona, pero me dijeron que era de naturaleza artrÃtica debido a los años que llevaba corriendo. El oncólogo radioterapeuta decidió irradiar el fémur, la columna vertebral y la cadera. Entonces empecé a tomar Verzenio, un inhibidor de la CDK 4/6; Faslodex, un bloqueador de los receptores de estrógeno; y Xgeva, un anticuerpo monoclonal utilizado para prevenir las fracturas óseas.
En enero de 2022, le dije a mi oncólogo médico que la cadera derecha me molestaba más de lo habitual. Me pidió una resonancia magnética y, basándose en los resultados, me dijo que tenÃa progresión de la enfermedad. Cuando hablé con mi traumatólogo oncólogo, no estaba tan seguro de que se tratara de una progresión de la enfermedad, ya que creÃa que la artritis tenÃa mucho que ver con el dolor que estaba experimentando. Tomamos la decisión de seguir adelante con un reemplazo completo de cadera, y él harÃa una biopsia en ese momento.
Antes de la operación, me reunà con mi oncólogo médico. Me volvió a decir que tenÃa una clara progresión y que su recomendación era quimioterapia intravenosa semanal. Dijo que no habÃa otras opciones de tratamiento. Le pregunté largo y tendido sobre este tema, porque a través de mi propia investigación creÃa que tenÃa otras opciones de tratamiento a considerar. Tampoco entendÃa cómo podÃa tomar esa decisión sin tener siquiera los resultados de la biopsia. Me dijo que debÃa plantearme seriamente dejar de trabajar y disfrutar del tiempo que me quedaba. Le pregunté si verÃa a mi hijo de 16 años graduarse en el instituto, y su respuesta fue que era poco probable.
Durante las siguientes 24 horas, tuve que esforzarme mucho para no caer en un pozo profundo y muy oscuro. Decidà que sólo tenÃa una opción: despedir a mi oncólogo. Me puse en contacto con una especialista en mama de una importante universidad de mi estado para pedirle su opinión sobre las opciones de tratamiento. Una vez que tuve esa opinión, le pedà que me recomendara un oncólogo en mi zona. Afortunadamente, habÃa alguien con quien habÃa trabajado estrechamente en el pasado, y concerté una cita con él.
Estaba bastante aprensivo mientras esperaba mi cita. Se disipó inmediatamente cuando las primeras palabras que salieron de la boca del médico cuando se sentó a hablar conmigo fueron: "Tendremos discusiones difÃciles y tendremos que tomar algunas decisiones complicadas en los próximos años. Lo único que nunca haré es quitarle la esperanza"." Ha sido fiel a su palabra y algo más. Me ha apoyado en mi búsqueda de una cuarta, quinta y sexta opinión, mantiene ensayos clÃnicos en la vanguardia de nuestras discusiones, y y nunca abandona la sala hasta que está seguro de que he obtenido respuesta a todas mis preguntas.
La biopsia de la prótesis de cadera no fue la noticia que esperábamos. Indicaba que el estado de los receptores hormonales del cáncer habÃa pasado de estrógeno positivo a triple negativo. Sin embargo, la fiabilidad de la biopsia ósea de una zona que habÃa sido sometida a radiación era algo cuestionable. Después de muchas discusiones, decidimos continuar con el mismo plan de tratamiento ER+ durante un poco más de tiempo. Al final resultó resultó ser la decisión correcta, ya que pasé otro año con exploraciones estables.
Mi PET de diciembre de 2022 indicó progresión, asà que en febrero de 2023 empecé la quimioterapia oral Xeloda como segunda lÃnea de tratamiento. Esperamos que me dure varios años. Por lo demás, mi médico me ha asegurado que tiene varios más en la lista a partir de ahora, y eso sin tener en cuenta otros que puedan venir.
He aprendido mucho estos últimos años. Es muy importante reunir tantos conocimientos de fuentes fiables como sea posible para tomar decisiones con conocimiento de causa, y es sensato pedir una segunda o tercera opinión cuando se exploran opciones. Tengo presente que un médico que no escucha las opiniones de los demás es un médico peligroso, y es necesario que me sienta completamente cómoda con todos los que forman parte de mi equipo médico. Y lo más importante, ESPERANZA es mi palabra de cuatro letras favorita.
Gracias por compartir tu historia, Tammy. ¡SBC te quiere!
Más información:
Sobrevivir al cáncer de mama.org Recursos y apoyo: