Por Ann Fonfa
Nunca más podré servir la cena, levantarme el top y ser la camarera en topless (con algo encima). Nunca más caminaremos cogidos del brazo bajo la lluvia con su codo chocando contra mi pecho (hablamos de esto en años posteriores como uno de nuestros momentos memorables). Nunca más llevaré un sujetador 34D. Lo bueno y lo malo. Recuerda la primera vez que me vio sin blusa. Se quedó estupefacto. Ese recuerdo aún perdura. Tenía 19 años. Nunca más llenaré mis blusas de seda de cuello alto. Nunca más los hombres groseros admirarán mi "padrastro". Nunca más mis pechos serán aplastados en un mamógrafo. Nunca más mis pechos se aplastarán contra el pecho o los senos de mi amante. Nunca más me dolerán los pechos antes de la regla. Eso podría haberlo cambiado la menopausia si hubiera ocurrido antes. Nunca más pillaré a los hombres dirigiéndose a mi pecho en lugar de a mi cara. Antes lo hacían. Nunca más me sentiré tan aliviada al quitarme el sujetador al final del día. Tampoco volveré a tener profundas marcas rojas en los hombros. Nunca más volveré a llenar aquel corsé negro que Barbara me compró en un mercadillo por 0,50 dólares. Además me quedaba tan bien. Nunca más. Pero tampoco volveré a tener 25 años. Y la vida sigue su alegre camino. Y mi marido me acaba de llamar guapísima de esa forma tan creíble que tiene. © Ann Fonfa 1997
Comparta su poesía:
Sobrevivir al cáncer de mama.org Recursos y apoyo: