Por William Laferriere
"Una generación pasa, y otra generación viene; pero
la tierra permanece para siempre.... El sol también se levanta, y el
sol se pone, y se apresura al lugar donde se levantó...".
Eclesiastés
En el tranquilo reino donde habita el valor,
Un cuento se despliega, la resiliencia se hincha.
Bajo el lienzo del cielo matutino,
Un amanecer pinta la esperanza, el rechazo a morir.
En el silencio que precede al abrazo del alba,
Las supervivientes del cáncer de mama encuentran consuelo y gracia.
Cada rayo que rompe el capullo de la noche,
Se hace eco de la fuerza de quienes se han enfrentado a la penumbra.
Mientras el sol asciende con tono dorado,
Lo mismo hacen estos guerreros, valientes y verdaderos.
Han atravesado sombras, se han enfrentado a lo desconocido,
Sin embargo, sus espíritus persisten y brillan con fuerza.
Con cada amanecer, el triunfo se declara,
Contra los solemnes susurros de la desesperación.
El coro de la mañana, una melodía fuerte,
Canta a la resistencia, una canción de victoria.
Pero a medida que el sol asciende, también debe descender,
Una metáfora de la vida, un cuento al que asistir.
Sin embargo, en el crepúsculo, donde las sombras pueden caer,
Los supervivientes se mantienen firmes, desafiándolo todo.
La puesta de sol susurra historias jamás contadas,
De batallas libradas, de corazones audaces.
Sin embargo, en la luz que se desvanece, se encuentra una promesa,
Esa fuerza perdura, para siempre sin ataduras.
Porque con cada día se completa un ciclo,
Los supervivientes se levantan, su victoria es dulce.
Del amanecer al atardecer, un viaje profundo,
Supervivientes del cáncer de mama, reconocidas para siempre.
Dedicado a Dawn
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