Por Kyla Thompson
Todas las cosas por las que desearía que estuvieras aquí.
Todas las cosas que desearía que me dijeras.
Todas las cosas con las que lucho porque tú no estás aquí.
21 de octubre de 2014. El día en que una parte de mí desapareció y nunca volverá a llenarse. Una parte de mí que se formó a lo largo de trece años. Como toda relación madre-hija, es especial y única. Ella es la persona que te abraza por primera vez. Ella es la persona que te dirá el impacto que tendrás en esta vida. Es la persona que te enseñará a hacer amigos. Es la primera persona que te ayudará a convertirte en mujer.
En el lapso de cuatro palabras, todo puede llegar a su fin. Y tienes que encontrar las respuestas a todas las preguntas en otra parte. Esa es la parte más difícil: sentir que tienes que encontrar las respuestas tú solo. Un reto que se hace más difícil a medida que los problemas se vuelven más y más complejos. A medida que surgen los problemas, me pongo a llorar porque lo único que quiero en ese momento es tener a mi madre a mi lado ayudándome.
Han pasado 7 años y 4 días desde que mi madre estuvo en este lado del cielo. Mientras escribo esas palabras, no parecen reales. Y sinceramente no sé cuándo dejará de serlo para mí. Sé que se ha ido, vi su cuerpo tendido en un ataúd en su funeral. Pero tengo la sensación de que un día llamará a mi puerta y, en cuanto la abra, me dará un fuerte abrazo. Mientras marco su número en mi teléfono, sabiendo que no lo cogerá, pero deseando que tal vez lo haga. Anhelo algo. Una conexión. La echo mucho de menos.
Cada año, el día de su fallecimiento provoca una serie de emociones diferentes. Este año, al cumplir veinte años, estaba lleno de un nuevo tipo de amor. Rodeada de mis mejores amigos, de la gente que me quiere y a la que quiero, me siento más sola que nunca. Sola, porque ninguno de ellos conocerá jamás a mi madre, la persona que tuvo mucho que ver en la formación de lo que soy. El amigo con el que lloro al azar es una persona que nunca sabrá por quién lloro. Al mismo tiempo, me encantan las cosas que veo que mis amigos tienen con sus madres. Quiero que mi madre me diga que mis pantalones cortos son demasiado cortos. Quiero que me cuente las historias de las estupideces que hizo en la universidad. Quiero que me hable de su primer novio.
Sé que ninguna de estas emociones desaparecerá jamás y que el amor que siento por mi madre siempre adoptará formas diferentes. Siento que mi corazón se rompe en mil pedazos cada vez que sé que no va a volver. Que se ha ido para siempre. Es un dolor que no le deseo a nadie.