Por Courtney Proctor
Julio 2012 - Julio 2013: Un año de diagnósticos erróneos
TenÃa 28 años, gozaba de buena salud y no tenÃa antecedentes de cáncer de mama en mi familia cuando me encontré el bulto en el pecho izquierdo y me dije a mà misma que probablemente se trataba de un quiste. Sin embargo, venÃa de un perÃodo muy difÃcil de 11 años de problemas de salud aparentemente aleatorios -incluidas varias operaciones de urgencia, un brote de cáncer de piel y tres embarazos perdidos-, asà que tenÃa problemas de confianza con mi cuerpo, por no decir otra cosa. Pedà cita con mi ginecólogo para que me examinara el bulto y contuve la respiración, esperando realmente un respiro de los problemas de salud.
Mi médico me hizo un examen fÃsico en la consulta y me dijo con seguridad que sólo era un quiste (spoiler alert: era cáncer). Decir que me sentà aliviada es quedarse corto. Prácticamente salà corriendo de su consulta, reconfortada porque no me enfrentaba a otra crisis de salud que me cambiarÃa la vida.
Unos meses más tarde, empecé a sentirme más cansada de lo normal, lo que en gran medida descarté diciéndome a mà misma que se debÃa a que me estaban pasando muchas cosas en el trabajo. Entonces, un dÃa, unos seis meses después de encontrarme el bulto, estaba en una clase de gimnasia y noté que me dolÃa un poco la axila izquierda. TenÃa una sensación parecida a la de una cuchilla de afeitar o una quemadura solar, y me dolÃa un poco. La sensación continuó, pero al principio no era constante: me duraba un par de dÃas y luego la axila me parecÃa normal durante una semana o más. Dentro de unas semanas tenÃa una revisión anual con mi ginecóloga, asà que intenté no sentirme demasiado incómoda, diciéndome a mà misma que la revisarÃa en la consulta. Mirando atrás, pienso en lo ingenua que fui al no saber que se trataba de una gran señal de alarma, dado el bulto que tenÃa en el pecho izquierdo. Pero no sabÃa mucho sobre el cáncer de mama o los ganglios linfáticos y no creÃa que un bulto en el pecho se asociara con dolor en la axila .... ¡y desde luego no creÃa que tuviera cáncer!
En mi revisión anual, mi médico volvió a examinarme el bulto del pecho y se dio cuenta de que habÃa crecido. Me impresionó mucho que con sólo palparlo se diera cuenta de que habÃa crecido, porque mis dedos inexpertos no notaban que hubiera aumentado de tamaño. No parecÃa preocupada por el crecimiento, con la hipótesis de que era un tipo de quiste que puede crecer y encogerse con el embarazo. Un quiste que hace piruetas... no suena demasiado amenazador. Cuando le hablé de mi nuevo dolor en la axila, me palpó la axila y dijo que no notaba nada raro, pero me di cuenta de que estaba un poco preocupada y me sugirió que visitara a un especialista en mamas por si acaso.
Cuando, un par de meses más tarde, pude ir a ver al especialista en mamas, el dolor en la axila era más frecuente y constante. La sentÃa hinchada e irritada con bastante frecuencia y se me habÃa formado un bulto palpable en la axila. ParecÃa que el especialista habÃa mirado mi historial y ya habÃa llegado a la conclusión de que el bulto era un quiste incluso antes de verme. Irrumpió en la sala de exploración en la que estaba esperando y, sin preguntarme nada, palpó el bulto de mi pecho y exclamó que, efectivamente, se trataba de un quiste. Este tipo de quiste, dijo, seguirá creciendo y creciendo hasta que lo extirpen. Asà que me recomendó que me lo extirparan, pero no querÃa estropear mis planes de verano con una molesta extirpación de quiste (el verano es algo importante para los habitantes de Michigan 😊) y me sugirió que programara la cirugÃa para el otoño. Genial, otra operación. Me muero de ganas.
Estaba a punto de levantarse e irse, lavándose las manos de mà hasta el otoño, pero antes de que lo hiciera le hablé del dolor y del bulto que tenÃa en la axila. Me palpó la axila y me dijo una de las cosas más increÃbles que nadie me ha dicho nunca. Fue confuso y me pareció sospechoso en aquel momento, y ahora que sé lo que sé sobre el cáncer de mama, es casi imposible creer que la conversación se desarrollara asÃ... pero asà fue.
Este especialista me dijo que el bulto de la axila era un ganglio linfático y que la única razón por la que lo notaba era porque tenÃa menos grasa en el cuerpo que otras personas. La explicación no tenÃa sentido para mà porque la cantidad de grasa en mi cuerpo no habÃa cambiado mucho en años y mi axila nunca se habÃa sentido asà antes, asà que no entendÃa por qué mi ganglio linfático decidió darse a conocer ahora. DebÃa de tener una expresión de confusión en la cara porque continuó diciendo que si tuviera más grasa en el cuerpo, ésta cubrirÃa los ganglios linfáticos y no podrÃa sentirlos. Estoy bastante seguro de que la expresión de desconcierto se mantuvo porque continuó diciendo que si me palpaba la axila derecha, probablemente también sentirÃa un bulto allÃ. Se levantó, se dio la vuelta y salió de la habitación.
Sentada en la sala de exploración, con una sensación de pesadez en las tripas y una confusión persistente, me palpé a regañadientes la axila derecha con la esperanza de encontrar un ganglio linfático. La búsqueda no dio ningún resultado. No habÃa ganglios linfáticos que palpar. Cada vez me costaba más convencerme de que todo iba bien, pero un especialista en mamas que atiende a diario a mujeres con cáncer de mama me habÃa dicho que yo estaba bien, que ese bulto no era peligroso y que podÃa esperar. Asà que deberÃa sentirme bien, ¿no?
Un par de meses más tarde, mientras me duchaba, noté varios bultos en el pecho. Me sorprendió que, aparentemente de la noche a la mañana, se hubieran formado tantos bultos que no podÃa decir dónde terminaba uno y empezaba otro. Conseguà una cita con una enfermera en la consulta de mi ginecólogo para ese mismo dÃa. Estaba asustada, pero la emoción que estaba aún más presente en mi conciencia era la frustración y el fastidio por estar una vez más a la consulta de un médico.
La enfermera palpó los bultos y dijo que probablemente era un tipo de quiste que crece en racimos, como las uvas. Pero pidió una ecografÃa para estar segura. Esa ecografÃa fue lo que finalmente llevó a un diagnóstico correcto. Los resultados de la ecografÃa fueron preocupantes (¡¡obviamente!!), asà que me hice una mamografÃa que volvió a ser preocupante y condujo a una biopsia.
5 dÃas después de la biopsia, y 364 dÃas después de ver por primera vez a mi ginecólogo obstetra por el bulto, recibà la llamada que confirmaba que tenÃa cáncer de mama. TenÃa 29 años. Cuando oà las palabras "Lo siento, es cáncer...", mi mundo se detuvo y todo lo que habÃa intentado controlar con tanto esfuerzo se vino abajo.
EstadÃsticas sobre el cáncer
Carcinoma ductal invasivo en estadio 3, ER+/PR+/HER2+, BRCA negativo, cáncer en 9 ganglios linfáticos
Plan de tratamiento y tantas decisiones
Pude ver a un oncólogo al dÃa siguiente de recibir el diagnóstico, y a partir de ahà todo fue muy rápido.
Mi oncóloga me recomendó una mastectomÃa, 6 rondas de quimioterapia, Herceptin y Zoladex, y 25 tratamientos de radiación después de la quimio. Me dijo que mientras mi cuerpo respondiera a la quimio, tenÃa muchas posibilidades de sobrevivir. Una parte de mà se sintió agradecida al oÃr el pronóstico, pero otra parte aún mayor estaba tan aterrorizada por lo que me esperaba que era demasiado arriesgado tener esperanzas.
El miedo y la incertidumbre eran abrumadores, y las decisiones que tenÃa que tomar, vertiginosas. ¿Me harÃan una mastectomÃa lateral o bilateral? Dado que el cáncer tenÃa receptores hormonales positivos, ¿me extirparÃan los ovarios o me inyectarÃan una pastilla en el estómago cada mes para ponerme en la menopausia? ¿Me someterÃa a las 6 sesiones de quimioterapia recomendadas, con todos los posibles efectos secundarios a largo plazo? Luego estaba la decisión sobre la radioterapia y trabajar durante la quimio o pedir la baja médica. Y las decisiones de reconstrucción después de superar el tratamiento.
SentÃa que me ahogaba bajo el peso de todas esas decisiones imposibles con resultados imposibles de predecir. QuerÃa respuestas. QuerÃa certezas. QuerÃa saber cómo lo superarÃa todo. QuerÃa saber cómo acabarÃa.
Por supuesto, no podÃa saberlo, asà que traté de tomar una decisión a la vez y tomar la decisión más informada que pude. Al final me sometà inicialmente a una mastectomÃa izquierda, completé la quimioterapia y la radioterapia recomendadas, tomé la inyección mensual de Zoladex durante un año y luego me sometà a una mastectomÃa derecha y me extirparon los ovarios y las trompas de Falopio en el momento de la cirugÃa de reconstrucción mamaria.
Optar por el cambio
Desde el momento en que recibà la llamada diciéndome que tenÃa cáncer, hubo una cosa que supe sin lugar a dudas. Dado el rumbo que habÃa tomado mi vida, sobrevivir significaba cambiar. Si querÃa algo más que la enfermedad y la pérdida que habÃa experimentado, tenÃa que cambiar. En lugar de seguir machacándome intentando cambiar mis circunstancias externas I tenÃa que cambiar desde dentro.
Por suerte, pude coger la baja médica durante la quimio, asà que por fin pude hacer caso al grito de guerra de cambio que mi cuerpo me habÃa estado gritando. Intentar averiguar cómo cambiar mi vida me parecÃa abrumador y no sabÃa por dónde empezar, asà que naturalmente hice lo único que sabÃa hacer realmente bien: investigar y recopilar datos. Leà libros, asistà a seminarios y cursos sobre atención plena, meditación, Ayurveda y otras modalidades de curación holÃstica, y lo que aprendà me dejó con la boca abierta. Siempre me habÃan intrigado la sabidurÃa y las prácticas de las tradiciones orientales, pero no habÃa puesto en práctica nada de lo que habÃa aprendido.
Eso ya no era una opción para mÃ... TenÃa que encontrar una forma de reducir el estrés y la presión a la que me habÃa sometido. Asà que empecé a meditar con regularidad y a utilizar los procedimientos y los efectos secundarios del tratamiento como laboratorio para mis nuevas prácticas de atención plena... y para mi enorme sorpresa, ¡funcionó! El dolor era más tolerable cuando le prestaba atención y dejaba de resistirme a él. Las emociones duras que habÃa enterrado habitualmente por miedo a que me tragaran en su intensidad eran catárticas y, de hecho, se convertÃan en aceptación o paz cuando podÃa estar lo bastante presente como para cabalgar toda la ola de la emoción a medida que fluÃa y refluÃa.
Aprendà a ser consciente de mis pensamientos y a centrar mi atención, y tener esa conciencia me permitió ver las historias que me contaba a mà misma y que me causaban miedo y ansiedad innecesarios, y me dio la opción de dejarlas pasar sin dejarme envolver por ellas. Por supuesto, seguà teniendo muchos momentos de ansiedad, desesperación y pobre de mÃ, después de todo estaba calva por la quimioterapia, tenÃa uni-boob (como me referÃa cariñosamente a mà misma durante el año que transcurrió entre la mastectomÃa y la reconstrucción) y acababa de entrar en una menopausia inducida médicamente mientras luchaba contra el cáncer. Es decir, tenÃa que pasar por momentos muy malos. Pero estuve presente con mis emociones y me mantuve a mà misma y a mi experiencia con compasión y aceptación lo mejor que pude, incluso durante esos momentos oscuros.
Mientras seguÃa practicando el estar presente, me di cuenta de que ya no buscaba desesperadamente el "otro lado" del cáncer, mi mente no vagaba constantemente por los "y si..." y los "cómo será la vida". En lugar de eso, tenÃa muchos momentos de aceptación, rendición, paz y gratitud cada dÃa. Era increÃble, pero también muy desconocido.
Contemplando un dÃa esta sensación desconocida de quietud, me pregunté en silencio qué estoy sintiendo y oà una voz en mi cabeza que me respondÃa: "Hogar.... has vuelto a casa". Cuando dejé de aferrarme a todos los calificativos de cómo tenÃa que ser la vida para ser feliz y estar bien, encontré mi centro, mi verdadero yo, y sentà como si volviera a casa. Sentà una sensación de pertenencia y reconocimiento, como si te hubiera estado buscando, pero no sabÃa que era a ti a quien buscaba.
Esa sensación de estar en casa, de estar en mi centro, es el regalo que recibà al permitir que el cáncer me despertara a la vida, y sigo llevándolo conmigo 7 años después. SÃ, todavÃa me desvÃo del camino. SÃ, tengo dÃas REALMENTE duros y estoy tan lejos de la perfección como el próximo espÃritu con traje humano. Pero me recupero rápidamente (la mayorÃa de las veces) si me descentro y, lo que es más importante, sé cómo volver a casa. Puedo afirmar con rotundidad que no quiero volver a tener cáncer, y puedo afirmar con la misma rotundidad que estoy agradecida por la experiencia, porque he aprendido mucho sobre la vida y sobre mà misma. Tengo mucha más tolerancia a la incertidumbre y al cambio, resistencia para los dÃas, confianza en mà misma y en el flujo de la vida, y un conocimiento interior de que estoy apoyada y exactamente donde necesito estar.
Se os quiere, se os apoya y sois importantes. Con mucho amor.
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Courtney Proctor es una Coach de Vida Espiritual Certificada que ayuda a las mujeres a clarificar lo que realmente quieren, reconectar con lo que realmente son y dar un paso hacia su máximo potencial. También es mentora certificada de HeartMath® y ofrece clases individuales y en grupo para desarrollar la resiliencia. Puedes obtener más información sobre sus servicios en atmancollective.com o enviar un correo electrónico a courtney@atmancollective.com.