Por William Laferriere
Armo mi tienda bajo la cúpula iluminada por las estrellas,
En el corazón de lo salvaje, y llamarlo mi hogar.
La oscuridad desciende, y me concentro en el torbellino
Acampar entre los pinos, vivir en un sueño.
El fuego crepita, una musa parpadeante,
Las brasas de cereza danzan, encendiendo el crucero,
Cada chispa un pensamiento, cada llama una costura,
Me siento en silencio, perdido en el arroyo.
La luna, una linterna en la noche aterciopelada,
Baña el mundo con una luz plateada,
Respiro la esencia de esta madera milenaria,
Su sabiduría fluye suavemente, susurra haz el bien.
A solas con mis pensamientos, divago profundamente en mi interior,
Desentrañando capas, despertando pensamientos, y sonrío,
El susurro de las hojas, la llamada del búho,
Levanta mi espíritu, enciende mi aullido.
¿Qué verdades se esconden en el fondo de mi alma?
¿Qué historias aguardan en el suave pergamino de la noche?
Con cada respiración siento la liberación,
Las cargas de la vida se desvanecen, sustituidas por la paz interior.
Las estrellas en lo alto, un coro celestial,
Canta al cosmos, a cómo inspirar,
Cierro los ojos, dejo que la noche siga su curso,
Despertar muchos susurros, una fuerza poderosa.
En la cuna de la soledad, encuentro mi voz,
En la quietud de la naturaleza, hago mi elección,
Abrazar lo desconocido, bailar con lo salvaje,
Para despertar mi espíritu, siempre niño.
Cuando amanece de nuevo, pintando el cielo de oro,
Me levanto de mi sueño, mi corazón valiente y audaz,
Porque en esta comunión con la tierra y con el cielo,
He despertado mi conciencia y he aprendido a volar.
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